Fuiste un destacado dirigente de UGT en tiempos de Nicolás Redondo. ¿Cómo fue aquella etapa sindical? ¿Qué recuerdos guardas de ella?
Para mí fue una sorpresa, y un orgullo, ser llamado a una edad relativamente joven por un dirigente como Nicolás Redondo para participar en el máximo órgano de dirección del Sindicato en un puesto de estrecha confianza.
La experiencia me permitió conocer muy de cerca el máximo rango de la vida pública española en unos años tan especiales e interesantes como son los ochenta del pasado siglo y aprender que la coherencia es la principal virtud de la acción pública. Coherencia que en ningún caso es dogmatismo y que en aquel momento todavía era compatible con la tolerancia y con la capacidad de diálogo y de negociación entre los agentes defensores de los diversos y distintos intereses.
Desde la experiencia sindical, viviste la Transición y el afianzamiento de la Democracia. ¿Reivindicas aquel proceso como un ejemplo o aceptas que se cuestione como parece que algunos lo hacen ahora?
Sigo pensando que la Transición española fue un ejemplo de posibilismo, imprescindible para la acción política, reconocido en el ámbito internacional y por todos aquellos historiadores y estudiosos en general que ponen la verdad por delante de cualquier otro interés, por supuesto aceptando errores inevitables, así como el hecho de que se dejaran asignaturas pendientes que debían ser resueltas en tiempos posteriores.
El que algunos hablen de forma denigrante del “régimen del 78” nada más que demuestra, además de su ignorancia histórica, su deseo de querer enturbiar las relaciones sociales y personales, lo que hace un gran daño a la acción política democrática y empobrece su propia imagen ante la opinión pública.
¿Tendrías alguna recomendación a los dirigentes sindicales actuales?
Es difícil dar consejos desde experiencias anteriores, no siempre repetibles, pero si tuviera que elegir uno ese sería el de hacer el máximo esfuerzo en la recuperación del liderazgo social. Los trabajadores organizados siempre tienen que estar a la cabeza en la defensa de los intereses colectivos. También recordar un clásico principio sindical como es que la defensa a ultranza de legítimos intereses no es contradictoria con el mantenimiento de puentes del diálogo permanentes con los representantes de las empresas y con las administraciones públicas, más allá del color ideológico que estas tengan en cada momento.
Como presidente de UPTA, dedicaste una buena parte de tu trayectoria a vertebrar sindicalmente a los trabajadores autónomos. ¿Cómo valoras este proceso actualmente?
En los últimos veinte años, desde las asociaciones de autónomos hemos venido trabajando para superar la imagen algo victimista de este colectivo y dignificar su protagonismo en el sustento de la actividad económica en nuestro país. Hemos conseguido poner en la agenda política a este colectivo, pero todavía queda mucho por hacer para que la sociedad no considere a los autónomos solo como asalariados frustrados o empresarios menores. Más de tres millones españoles, y de extranjeros que han venido a trabajar a nuestro país, han optado por este sistema de trabajo y deben ocupar el protagonismo que les corresponde.
¿Derechos Humanos y Derechos Laborales son inseparables?
Aunque sea el artículo 23 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos el que haga referencia directa y específica a la defensa los derechos laborales y sindicales; sin embargo, prácticamente toda la declaración universal está impregnada por los derechos vinculados al trabajo, como es el derecho a la seguridad social, el acceso a la vivienda o a la educación, o a una vida digna en general.
En este sentido hay que hacer una especial referencia a las acciones contra el trabajo infantil, materia en la que viene realizando una gran labor la Organización Internacional del Trabajo (OIT), institución que hoy más que nunca se debe preservar para conservar los valores de la solidaridad multilateral frente a determinados egoísmos territoriales, disfrazados de viejos y anclados nacionalismos.
En los últimos años, has prestado atención a otros aspectos relacionados con la economía social, las nuevas tecnologías… ¿Podrías hablarnos de ello?
En toda mi trayectoria profesional me he preocupado de resaltar los valores de toda iniciativa económica que no venga motivada en exclusiva por el interés material, sino que responda a intereses generales, es en este sentido en el que considero que debe atenderse todo lo relacionado con la actividad económica no lucrativa, con el tercer sector entre la economía privada y pública o con el cooperativismo y la economía social, modelos empresariales y sociales imprescindibles para el desarrollo de las poblaciones más vulnerables, y en el caso especial de España, de gran transcendencia en el ámbito rural.
Para ello es fundamental trabajar por la democratización del acceso a las tecnologías para que todas las personas puedan concurrir a la actividad económica y laboral en términos de igualdad.
Como miembro del grupo fundador del Observatorio de los Derechos Humanos de España, ¿qué balance haces de su trayectoria hasta hoy?
El balance es espectacular si tenemos en cuenta el poco tiempo transcurrido desde su puesta en funcionamiento. Especialmente se ha conseguido dar una gran visibilidad a los valores de los derechos humanos en la sociedad a través del reconocimiento de aquellos agentes institucionales que más hacen por su defensa.
En ODHE desde su fundación se ha optado por priorizar el reconocimiento de la creación de redes que permiten la extensión de nuevos derechos entre las personas y las instituciones. En este sentido, la creación de los premios “Catalejo” han sido un evidente acierto y la implicación con las empresas y con las administraciones locales está dando un buen resultado.
Siempre has sido un firme defensor de la formación en todos los niveles para los trabajadores, pero ¿Por qué crees que en España no acabamos de elevar el nivel de la formación profesional equiparable a otros países europeos?
Esta es también una de las consecuencias de la escasa dimensión media de las empresas españolas. La mitad de nuestras empresas registradas no tienen trabajadores asalariados y sólo el 0.7% de las empresas tiene más de 50 trabajadores, en estas condiciones es muy difícil desarrollar la formación dual y las prácticas laborales en España. Por otra parte la excesiva temporalidad que hemos tenido hasta ahora en el mercado de trabajo desincentiva el interés por la formación continua entre los trabajadores. Todas estas barreras deben ser analizadas y es necesario tomar medidas para solventarlas.
Eres una persona jubilada, pero muy activa. En qué proyectos o iniciativas estás implicado actualmente?
Mantener actividad durante la jubilación es sin duda muy positivo, pero para los que hemos tenido una vida que podríamos calificar como muy ajetreada, en ningún caso esta actividad debe sustraernos el tiempo necesario para aprovechar la jubilación, si las condiciones nos lo permiten, y así poder disfrutar de aspectos de la vida a los que no hemos podido atender adecuadamente en otros momentos.
Con este propósito, pero también con estas limitaciones autoimpuestas, continúo colaborando con instituciones, en particular Fundaciones, como el Centro Internacional para el estudio de la Economía Pública, Social y Cooperativa (CIRIEC), la Fundación para la Competitividad, FUCOMP, o la Fundación Largo Caballero entre otras, además de participar en el Comité de Observadores del ODHE, de lo que me siento muy orgulloso.